jueves, 31 de diciembre de 2015

CAPITULO 144




Habían empezado con los preparativos para el bautismo, y para su sorpresa una de las personas que más la había ayudado era quien menos se lo esperaba. Al volver al trabajo tenía sólo algunos días a la semana libres unas horas a la tarde para dedicarse al tema.


Los abuelos tanto paternos como maternos habían vuelto cada uno a sus casas, y a sus tareas cotidianas, Marcos
estaba entrenando para un nuevo club, a Mateo le había salido un trabajo en Mendoza, y Ana lo había acompañado.


Flor y Nico le estaban dando una mano con Eva cuando podían, y era Coty quien se había encargado de las
invitaciones, de la decoración, de la comida, de todo.


Solo quedaba comprar el vestido que le pondrían a la pequeña ese día. Y la modelo también se había ofrecido a
acompañarla. Estaba teniendo tan buena actitud que no podía negarse. Además pensaba que sería una excelente
oportunidad para hablar con ella. Ya era evidente que era la persona que su mejor amigo había elegido como compañera, y tenía que hacer un esfuerzo. Por él.


Estaban en un shopping, viendo vidrieras, con Eva en su coche, cuando tuvo que romper el hielo.


—Entonces… vos y Mar. – hizo fuerza por dibujar una sonrisa en su rostro. —Van en serio, no?


Coty parpadeó varias veces, y contestó.


—Ehm…si. – estaba algo incómoda. —El es muy importante para mí.


Paula asintió.


—Te voy a ser sincera. – la miró a los ojos. —Después de todo lo que pasó el año pasado, a mí me da miedo que lo
lastimes.


—Es lo último que quiero. Paula, entiendo que pienses eso de mí, por todo lo que te hice… y te juro que…


La interrumpió antes de que se pusiera a pedirle disculpas que ya había escuchado demasiadas veces.


—Ya sé. – apretó los labios. —Es lo que le hiciste a él… y lo que podes llegar a hacerle lo que me preocupa. Y no es que me quiera meter, pero es mi amigo.


—Ya sé. – respondió repitiendo sus palabras. —Sé que lo querés. Mucho. Y él a vos. Es más, creo que todavía le siguen pasando cosas… – su mirada era triste. —Quiero un futuro con él. Lo quiero de verdad, Paula. Creo que puedo hacerlo feliz.


Sus ojos se habían puesto vidriosos y su voz quebrada, le hicieron notar que hablaba con la verdad. Sonrió.


—El te quiere. Creo que quiere lo mismo. – la tomó por el hombro cuando vió que empezaba a llorar. —Lo conozco, y se que va en serio. Por eso es que quise hablar con vos.


—En serio? – preguntó la modelo secándose los ojos con la mano delicadamente.


—Muy en serio.


—Paula, sé que te pedí perdón tantas veces, pero es que siento que nunca es suficiente. No me perdonaste, no? – antes de que le contestara ella dijo. —Yo no perdonaría algo así, no te estoy juzgando. Pero quiero que sepas que fuiste una buena amiga para mí, y que gracias a vos encontré al amor de mi vida. Te debo eso. – sonrió. —Y estoy muy encariñada con el bombón de tu hija. Es preciosa. – acarició a la bebé en la cabeza.


Paula le devolvió la sonrisa.


—Si, te perdoné. Pero es muy difícil volver a cero. Sufrí muchísimo cuando me separé de Pedro, ya te podés imaginar como. Y me duele la traición. Siempre me dolió, por lo que me pasó en mi relación anterior, me cuesta
volver a confiar. Pero sé que vamos por buen camino.


Se sonrieron.


Después de esa charla se sintió algunos kilos más liviana. 


No iba a ser fácil, pero era un muy buen comienzo.


Le habían comprado a Eva un precioso vestido blanco con bordados y puntillita que le quedaba perfecto. Ella, a su vez, estaba disfrutando ser el centro de atención mientras todos la vestían como a una muñequita probándole vinchitas, pañuelitos, y otros accesorios.


Estaba para comérsela. Sonreía enloqueciendo a todos los que la veían.


Con su abogado había logrado hablar con algunos medios para que respetaran la identidad de la pequeña, y la foto de su cara no apareciera en todas partes. Después de todos era menor de edad, y a sus padres no les interesaba particularmente exponerla.


Era muy chiquita aún.


Algunas revistas con quienes ellos tenían más compromisos habían insistido con tener la primera foto, y ellos habían accedido a ceder algunas del bautismo algunos días después de este, así que no tenían que preocuparse de estar escondiéndose para estar haciendo compras ni para pasear.


A la vuelta, tenía algunos mensajes en el contestador. Su amiga Ana, le contaba que iban a aprovechar con
Mateo para irse a Estados Unidos. No habían tenido vacaciones, y les vendría bien algunos días para estar lejos de todo.


Pedro, le avisaba que volvería más tarde porque tenía mucho trabajo en la productora.


Se obligó a respirar profundo sabiendo que ahora ese trabajo que lo mantenía fuera hasta tan tarde involucraba siempre modelos. Modelos de las más lindas que desfilaban y trabajaban para él. Lo había ido a ver varias veces y era siempre igual. Todas lo conocían y le estaban encima como
moscas.


Ella confiaba en su esposo.


O por lo menos sabía que no haría nada, pero de todas formas, quería agarrarlas a todas de las mechas.


Le molestaba que el tema de los celos los tenía ya casi superado, hasta que apareció Katy en sus vidas.


Desde que habían vuelto de Estados Unidos, y sobretodo después del nacimiento de Eva, lo llamaba y le escribía cuando podía. Siempre tenía alguna excusa.


Una vez, sin querer escuchó una de sus charlas y por poco no empieza a los gritos.


El estaba hablando bajo, pero de todas formas oyó.


—Ahora estoy yendo a terapia, y ya no me pasa. Deberías ir, te va a hacer bien. – hacía silencio escuchándola y le
contestaba en inglés. — You know how things are, Katy, cut the crap. You're my friend, and I care about you, but if you
keep saying that kind of things it's over. (Ya sabés como son las cosas Katy, basta de boludeces. Sos mi amiga, y sabés que te banco, pero si seguís diciendo esas cosas, acá se termina todo.) – bajó más la voz. —I'm great with Paula, we are a family, drop it. (Estoy bien con Paula, somos una familia,
cortala.)


Ella le contestó algo y él se despidió resoplando con mal humor.


Odiaba que tuviera que esconderse para hablar con esa chica, pero sabía que lo hacía por ella. Era evidente que
se ponía demasiado nerviosa cuando salía el tema, y él de todas formas, siempre le contaba que lo había llamado.


No sabía como decirle que esa chica no era una buena compañía sin sonar como una celosa. No podía evitar
pensar que toda la crisis que Pedro había pasado, era en parte por culpa de ella.


Trataba de no pensar en eso, porque se ponía mal.


Había noches que tenía pesadillas con el día en que lo encontró tirado en el piso del baño, pero no se lo decía. No
quería hacerlo sentir más culpable de lo que ya se sentía. 


Quería mirar para delante, pero era inevitable tener miedo.


Unos días después estaban todos reunidos para festejar el bautismo de la pequeña Eva.


No había dudas de que Coty sabía organizar una fiesta. Las abuelas, las más exigentes estaban encantadas con
todo, y no paraban de intercambiar comentarios. Esa relación era una sorpresa para todos.


Ella ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado que su suegra se iba a llevar así de bien con su madre. Le gustaba que fuera así. Y sabía que se lo debía completamente a su hija.


Los grandes ausentes fueron Mateo y Ana, a quienes se les retrasó el vuelto de vuelta, y no pudieron estar. Pero de
todas formas habían mandado regalo y la promesa de ir a visitarlos en unos días.


La ceremonia había sido tranquila e íntima. Marcos y Flor, los padrinos se habían sacado unas mil fotos con la bebé en todas las poses posibles y con todos los invitados.


Entre ellos peleaban para sostenerla, porque la verdad es que los dos la querían tanto que no querían soltarla.


Eva sonreía, y le estiraba las manos a ambos encantada de la vida. Y cuando no estaba con los padrinos, estaba con su papá.


Ver a Pedro con la bebé en brazos era una postal hermosa. 


Ella cada día se parecía más a él, y juntos se veían como
sacados de la publicidad de una revista.


Hacía unas semanas que entre el trabajo y ser mamá, se estaba permitiendo el capricho de volver a sacar fotos por gusto. Y esa ocasión no fue la excepción. Cámara en mano, se dispuso a retratar absolutamente todo.


Nico y Flor estaban abrazados en un costado mientras charlaban relajadamente con Francisco, y Marcos asentía a algo que su esposo decía. Ella estaba haciendo dormir a Eva, con Coty observando el grupo que tenía en frente.


Gente que se conocía desde hacía menos de 2 años, gente importante, que significaba mucho en su vida, y ahora
estaban todas ahí, unidas.


Había formado una familia grande.








CAPITULO 143




Cuando Eva cumplía su cuarto mes de vida, tuvo que volver al trabajo. En la productora estaba todo de cabeza, y había unas cuantas producciones esperándola a ella personalmente.


La repercusión que habían tenido tanto sus trabajos para Amanda, para la agencia y para N, sumado a su nueva fama, estaban haciendo que diferentes empresas y marcas preguntaran por ella y quisieran tenerla en sus proyectos.


Así fue como con todo el dolor del alma, esa mañana antes de irse se abrazó con fuerza a la pequeñita. Estaba todavía un poco dormida y no entendía que pasaba, así que bostezó y estiró las manitos para que Sonya, la niñera, la acunara un rato en brazos. Seguiría durmiendo seguramente.


—Cualquier cosa me llamás, si? – le dijo a la chica. —La primera mamadera es a las 10, si se le cae el chupete por favor enjuágalo. No, mejor hervilo.


—Si, Pau. – dijo sonriendo. Se sabía las indicaciones de memoria, pero ella respondía para complacerla.


Estaba a punto de decir algo más cuando Pedro la tomó por la cintura y se la llevó al ascensor.


—Va a estar todo bien, Barbie. Sonya sabe todo de memoria. Y tiene nuestros teléfonos. – una vez solos, la
besó acercándola a su cuerpo. — Además está Gerard.


—Si ya sé pero… – él la volvió a besar sin dejarla terminar de hablar, mientras le acariciaba la espalda.


Sabía lo que estaba haciendo.


Quería distraerla, para que se sintiera mejor.


—Pero… la voy a extrañar. – su corazón se estrujaba con un dolor agudo. Era irracional. —Ya la estoy extrañando.


Pedro sonrió.


—A mí me pasa lo mismo. – se quedó pensativo. —No tenés que volver a trabajar, Paula. – ella puso los ojos en blanco. —O podes tomarte más tiempo, más días, meses, incluso años.


Ella negó.


—Me gusta lo que hago. Y no voy a ser la primera madre que trabaja. – se abrazó a él y le devolvió el beso aprovechando lo poco que les quedaba de ese viaje hasta llegar a planta baja.


Por suerte había estado ocupada desde que entró, lo que a veces hacía que pensara aunque sea un poquito menos en cuanto extrañaba a su bebé. Le hacía falta en sus brazos, era desesperante.


De todas maneras se había asegurado de llamar cada 2 ó 3 horas para preguntar si estaba todo bien.


A últimas horas de la tarde, Pedro la llamó a su oficina y ella entró llena de carpetas con los nuevos bocetos, como había hecho en otras épocas.


—Tenemos como 10 producciones. No sé de donde vamos a sacar tiempo. – le dio un breve resumen de las marcas que querían contratarlos.


—Pau, vamos a tener que hacer unos cambios. Yo ya no puedo encargarme de las producciones. Por lo menos no en lo que es fotos. – se rascó la barba pensativo. —Con la producción de desfiles no voy a poder estar en tantos lugares a la vez… ya es de por sí mucho trabajo y voy a tener que contratar gente que trabaje conmigo.


—Me parece bien.


—Vas a quedar a cargo del área. Te parece? – ella abrió y cerró rápidamente la boca. —Sé que te estoy pidiendo un montón, pero pensalo. Vos también vas a necesitar más gente.


—Si, en eso tenés razón. Pero a cargo? No tengo la experiencia.


—Yo estoy acá, no te hagas problema. También pensaste que no ibas a ser capaz de ponerte en el lugar de
fotógrafa de un proyecto grande, de productora o de modelo y mirá. – la señaló.


—Mmm… – lo miró mientras muy lentamente empezaba a sonreírle. —Está bien. Pero quiero a Ana a mi lado.


—Hecho. – ella se levantó y se sentó en sus piernas acomodándose de manera provocativa.


—Me hace feliz que confíes tanto en mí. – él sorprendido y casi como un reflejo la tomó por la cintura. — Conviene mucho ser la esposa del jefe.


El se rió.


—No tiene nada que ver con eso. – ella sonrió y le empezó a sacar el ruedo de la camisa de adentro del pantalón. —
Pero me gusta esto… ahora.


Pasó las manos por sus piernas subiendo hasta sus muslos, levantando la falda que llevaba puesta.


Suspiró cerrando los ojos por un momento. Ahí estaba, esa familiar sensación. La que siempre sentía cuando estaba con él. La mareaba, le ardía la piel, aceleraba su pulso, y le hacía temblar el cuerpo entero. Sin pensarlo llevó las manos a los botones de su pantalón y tiró para desprenderlos.


—Mmm… – siguió besándola, pero se separó apenas para hablar. — Paula, esperá. Alguien puede entrar.


Se frenó.


—Cerré la puerta. – le dijo agitada. El respondió en menos de un segundo, volviendo a pegar su boca a la suya, apretando su cuerpo y moviéndose por debajo de ella.


La temperatura subía de golpe, no podía evitarlo. Se olvidaba por completo de donde estaba, no había nada ni nadie más. Lo único que podía oír era sus respiraciones. Lo único que podía ver era sus ojos.


Suspiró largo y profundo cuando la tocó. Primero muy despacio, tomándose su tiempo, obligándola a arquearse
sobre él, obligándola a clavar las uñas sobre el respaldo de la silla.


Y luego aumentando la velocidad, empujándola con su cadera. Estaba tan ansioso como ella. Lo sentía.


Todo su cuerpo irradiaba calor.



****


El mismo terminó de desprenderse los botones del pantalón mientras ella le besaba el cuello tensándole todo el cuerpo. 


No aguantaba más.


Tiró de su ropa interior hacia un costado y sin tardar la tomó, con fuerza.


Hundiendo la cara en su pelo, y así ahogando un jadeo al sentirla por todas partes. Ella lo había mordido en el cuello con el mismo fin.


Se sentía maravillosamente bien.


Todo ese calor, envolviéndolo, llenándolo de sensaciones,
expandiéndose hasta los dedos de los pies. Quería estar así para siempre.


Fue tan intenso que casi lo lleva al límite, pero no. Ella se quedaba quieta, y con movimientos muy lentos, iba de
adelante hacia atrás, arriba y abajo.


Tenía el control, sabiendo perfectamente que hacer. Solo tenía que mirarlo a los ojos y se entenderían.


No tenían mucho tiempo, así que agarrándola fuerte de la cadera aumentó la velocidad de sus arremetidas, más y
más. Supo darse cuenta de cuando se había dejado ir con solo mirarla. Y fue eso. El placer reflejado en sus ojos lo
que lo hizo explotar poco después. Era demasiado. Esa expresión en su mirada fue lo más excitante que había visto. 


No tenía suficiente de ella. No podía detenerse.


Se paró tomándola por la cadera hasta sentarla sobre el escritorio y reanudó los movimientos con más ímpetu que antes.


Tenía los nudillos blancos por la fuerza que hacía para sujetarla, sabía que le quedarían marcas en la piel y no
le importó. No le importaba nada. De hecho, le gustaba. Sus embestidas eran frenéticas, y ella se arqueaba contra su
cuerpo perdida. Dejándose ir una vez más, y llevándolo a él también.



****


Cuando pudo recuperar el aliento lo miró. Estaban los dos hechos un desastre. Despeinados, sonrojados, agitados, la ropa arrugada, fuera de lugar y se tuvo que reír.


—Mis compañeros ahora van a creer que soy la favorita del jefe.


El se rió también.


—Sos la favorita del jefe. – la besó con cariño. —Pero además sos su esposa.


—No está bueno que se den cuenta que… – se señaló.


El se rió más fuerte.


—Estuviste muy discreta, eh? – pero se encogió de hombros. —Pero apenas te vean salir así… se va a notar.


Se tapó la cara con las manos mientras Pedro se seguía riendo.








CAPITULO 142




Volvieron una semana antes que Paula rindiera, y todos los estaban esperando en casa con una especie de fiesta de bienvenida.


Sabían que solo lo hacían por Eva.


La habían extrañado horrores.


Pero para ellos habían sido las vacaciones que habían necesitado. No era nada fácil viajar con una bebé de dos meses, pero se las habían arreglado.


La paz y la distancia los unió y ahora como familia, se conocían y tenían sus rutinas bien armadas.


Quedaba esperar que la pequeña se acostumbrara de nuevo al cambio de horario.


Pero ya tenían un sistema.


Pedro siempre se levantaba de noche a cambiarla, y ella le daba de comer. De día ella la cambiaba y él ayudaba preparando la comida. A veces se turnaban para atenderla y que el otro pudiera bañarse, o limpiar la casa.


Por suerte, Eva ya no tenía cólicos, así que si no era por hambre, por lo general dormía sin problemas.


Cuando empezaran a trabajar y Paula a rendir, iban a contratar a alguien que se quedara con la pequeña por unos
meses más hasta que cumpliera el año, y recién ahí la enviarían a una guardería.


Habían encontrado a la persona perfecta. La sobrina de Gerard, Sonya.


Una chica joven, de cabello castaño rojizo, alta y delicada.


Hablaba perfecto español, y amaba a los niños. Iba a la universidad por la tarde, así que tenía toda la mañana libre
para cuidar a la pequeña. Y a la vez Eva, la adoraba.


A veces se había puesto celosa al ver como se llevaban y que la bebé se agitaba de emoción cuando la chica entraba a la casa.


Pero después se ponía a pensar que así sería mejor y menos doloroso para todos cuando tuviera que estar por horas fuera cuando volviera al trabajo.


De a poco, pero muy de a poco, ellos se podían empezar a reencontrar como pareja.


No era nada fácil, pero encontraban el tiempo para hacerlo,
porque las ganas siempre estaban.


Intactas como el primer día.


Su cuerpo había vuelto a ser el que era antes de cumplirse un mes del parto, y se sentía con más confianza.


Todavía no empezaba a entrenar, pero apenas pasaran los exámenes lo haría.


Un día Pedro acariciándole la pulserita le dijo al oído mientras la besaba en el cuello.


—Podemos seguir agregando dijes a la cadenita. – ella se quedó quieta. — No querés tener más bebés? – le preguntó al ver su reacción.


No se lo había planteado en realidad. Todo era tan reciente, que no lo había pensado. La maternidad era algo muy nuevo y ajeno todavía.


—Ehm… no sé. – lo miró. —Vos querés tener más?


El sonrió.


—Después de ver como es Eva, quiero más. Muchos más.


—Muchos? – abrió mucho los ojos.


El se rió con ganas.


—Te pusiste pálida, Barbie.


Parpadeó un par de veces antes de contestar.


—No es que no quiera. Es que todavía es todo tan… – apretó los labios. —Uno más, capáz.


—No hay dos sin tres. – siguió sonriendo burlón.


—Quién sos, Ken? – dijo devolviéndole la sonrisa.


Todavía riendo le tapó la boca con un beso haciéndola olvidar de lo que hablaban, como siempre.


El día que se recibió hacía calor, y como no le había avisado a nadie que esa era su última materia, fue un día como cualquier otro.


Volvió a su casa feliz, y lo primero que hizo fue ir a abrazar a su hija.


Estaba en su cunita sentada con muchos almohadones que la sujetaban mientras Sonya le pasaba una pelotita de colores que se apretaba hacía música.


Saludó a la chica y alzó a su hija con alegría.


—Eva, mi amor. – besó su cabecita. —Mamá está contenta. – rió.


La pequeñita, que ahora tenía el cabello un poquito más largo y lacio de color dorado, sonrió. No sabía si entendía una palabra de lo que le decía, pero ver a su mamá sonreír siempre tenía ese efecto.


La balanceó de un lado para el otro haciéndola reír y gritar. 


Ya podía mantener su cabeza derechita, y tenía fuerza en los bracitos. Le gustaba gritar desesperadamente, como si quisiera comunicarse con ellos a toda costa. Sus ojitos, que al nacer eran negros brillantes, estaban cambiando de color
haciéndose cada vez más azules. Como los de su papá. Iguales.


De ella tenía la boca, no había dudas. Era sorprendente cuando al verla, se veía reflejada en alguno de sus rasgos.


La sobrina de Gerard, se fue a la hora de siempre después de pasarle el parte de cómo se había comportado la niña y las cosas que había hecho.


No se podía quejar, como niñera hacía un muy buen trabajo.



****


Cuando llegó a su casa se encontró a Pau bailando con Eva en la sala feliz.


Sonrió. Había sido un día ocupado. Con los cambios en la productora había mucho trabajo para hacer. 


Estaba pensando seriamente en contratar más gente que pudiera darle una mano.


Y volver a casa con su familia era en lo único que había podido pensar por horas.


La bebé se reía con ganas y gritaba alegre mientras su mamá la hacía para todos lados.


Se acercó y las besó sonriendo.


—Qué pasa que estás tan contenta? – dijo mirando como sonreía.


—Aprobé la última. – rió. —Ya está!


Se quedó un segundo con la boca abierta y luego las abrazó.


—Mentira… – entornó los ojos mientras ella se partía de risa. —En serio? – asintió —Felicitaciones! – la besó en la boca con dulzura. —Por qué no me dijiste nada!?


Se encogió de hombros y siguió riendo.


—Tenemos que salir a festejarlo, Barbie.


—Podemos salir a comer algo, o hacer algo tranqui acá. Quiero que Eva esté conmigo. – rozó su nariz con la
diminuta naricita de su hija.


Estiró sus manos para alzarla y Paula se la pasó. En seguida se acomodaba en sus brazos y empezaba a gritar y moverse. Era su manera de saludarlo. Estaba tan feliz de verlo como él de verla a ella.


—Vos también estás contenta? – le dijo mirándola mientras le hacía cosquillas. Obviamente se desesperó y empezó a reírse de manera histérica.


Una risa contagiosa que siempre los hacía tentar. Empezaba a reírse Eva, y los hacía reír a ellos, eso parecía poner
contenta a la pequeñita que se carcajeaba con más ganas.



****


Habían hecho una cena para sus amigos, que como él, no podían creer que Paula no hubiera dicho nada de que rendía la última.


Ana, su compañera rendía en dos días y estaba histérica. A su lado, Mateo no paraba de hablarle al oído y darle besos. 


La actitud de ella había cambiado. Antes no soportaba las
demostraciones de afecto en público, y se lo hubiera sacado de encima enseguida, pero ahora le sonreía y lo sostenía de la mano. Estaban bien juntos.


Se los veía bien.


Su hermano y Flor estaban iguales, aunque a ellos si les gustaba demostrarse afecto en público, tal vez demasiado.


Marcos había ido sin Coty, y estaba charlando con Pedro de fútbol. Era raro porque aunque nunca serían los mejores
amigos, había cosas que compartían y valores que para los dos eran importantes. Además Eva lo adoraba.


Siempre que iba a casa, se quedaba jugando con ella un buen rato y tenía más paciencia que nadie.


No era ningún secreto que como Mateo, su amigo Marcos, se moría de ganas por tener un bebé. Los dos eran familieros y tenían llegada con los chicos.


Elizabeth y su madre le habían pedido hasta hartarla que bautizara a la pequeña, y pensó que era una tradición
linda, además de ser una excelente oportunidad para festejar.


Estaba contenta de la decisión que había tomado. Su esposo estaba de acuerdo, y estuvo a su lado cuando entre
una cosa y otra anunció que los padrinos de Eva iban a ser Flor y Marcos.


Su amiga ya sabía, pero igual se emocionó y les dio un fuerte abrazo.


Su amigo se había quedado con la boca abierta, totalmente en shock.


Parpadeó un par de veces hasta que pudo reaccionar y sonrió como siempre hacía, agradeciendo. Esa sonrisa
genuina y cálida que la derretía. Era su debilidad. Una de las cosas favoritas de la vida.


Amaba a sus amigos con el alma.