jueves, 5 de noviembre de 2015

CAPITULO 1




Llevaba mirando la alarma esperando para que sonara. 


Desde hacía meses, tenía la sensación de que tarde o temprano se iba a despertar de una tremenda pesadilla surrealista, que era en realidad su vida.


Pero cuando la alarma sonó, la hizo reaccionar.


No había sido un sueño. El amor de su vida, David, ya no estaba con ella. Después de 4 años de relación ya no estaban juntos.


Él era todo lo que ella conocía. Ni siquiera se conocía a ella, sin él. Era como si se hubiera perdido en el camino de esa relación. Una, muy hermosa y plagada de recuerdos y momentos inolvidables.


Todo se había borrado de un plumazo un día de noviembre.


Después de una de sus muy recurrentes peleas, él, fuera de sus casillas le había confesado que la había engañado.


Esto, para cualquiera ya hubiera sido suficiente para estar destrozada, pero no. Faltaba algo más.


Un condimento especial a la historia, si se quiere.


Él la había engañado con una de sus mejores amigas, Nadia.


En el fondo, cada vez que lo pensaba sabía que ningúno sentía nada por el otro. Más que la calentura del momento, no había nada.


Ella lo había hecho para probarse a sí misma lo capaz que era de seducir el novio de una amiga, y él solamente por ser débil. Algo que lo caracterizaba con frecuencia. Era débil.


Pero lo que más le dolió a Paula, fue que todos sus otros amigos sabían y nadie le había dicho nada.


Y la verdad es que ni ella, en el lugar de ellos, se lo hubiera confesado. David era un asco, era débil, era una mala, malísima persona. Pero ella lo amaba con toda la fuerza de su alma.


Aun sabiendo esta historia, Paula se quiso acercar muchas veces David. Le había dejado mensajes, correos, hasta lo había llamado por teléfono.


Pero no había tenido respuestas.


Por eso, cuando terminó la escuela, Paula no lo dudó. Ya no había nada más para ella en Córdoba. Necesitaba salir de ahí.


Ya había planificado irse a estudiar a Buenos Aires, pero su familia, enterada de lo sucedido, la entendió cuando ella se quiso ir el primero de enero.


Iba a extrañar a su familia. Sus padres eran dos personas jóvenes, divertidas y de mente muy abierta. Siempre la acompañaron en todas sus decisiones, y ahora estaban más que entusiasmados de que ella persiguiera sus sueños de ser fotógrafa.


Su hermano menor, Nico, era su mejor amigo. No recordaba cuanto era el mayor tiempo que habían pasado separados. 


Eso sí que iba a ser una despedida difícil.


Por suerte, por poco tiempo. Él terminaba la secundaria ese año y se iría con ella a Buenos Aires a estudiar. Todavía no sabía qué, pero sabía que se iría con ella.


Pero no todo pintaba tan negativo para Paula.


Hacía un mes que estaba en Buenos Aires y su rutina había cambiado por completo. Había decorado el departamento hasta el más mínimo detalle llenándolo de objetos personales y relacionados con sus pasiones. La fotografía y la música. Se puede decir que había canalizado por ese
lado, y un psicólogo diría que era parte de su recuperación, o estaba en un periodo de negación. Como sea, el departamento le había quedado bastante decente.


Y en medio de ese proceso había conocido a su vecina del lado, Florencia. Era una modelo de 21 años, simpática, sociable y bellísima.


Se conocieron de casualidad, cuando Paula casi le tira abajo la pared del baño, instalando unos estantes colgantes. Se hicieron amigas al instante. Cosa que era rara para Paula. 


Ella tenía muchos problemas para confiar en la gente, y tendía a ser huraña y poco sociable.


Pero Florencia la entendía. Fue un buen oído durante todo el mes, y si bien recién se conocían, las dos hacían casi todo juntas.


Flor, la veía como una persona confiable y tranquila al lado de sus otras amigas modelos, quienes tenían una vida alocada y superficial.


Aunque a ella le gustaba divertirse, sabía controlarse, y eso era una cualidad que iba a la perfección con la personalidad de Pau.


Así que ese sábado, no tenía que preocuparse por planear su día. Flor ya lo había hecho por ella.


Preocupada porque su amiga no estaba teniendo tanta vida social como ella pensaba que era necesario, había pensado en todo. Durante la tarde iban a ir de shopping a comprar la ropa perfecta para salir y a la noche iban a ir al boliche de moda. Flor tenía contactos y amigos que se dedicaban a las relaciones públicas de la mitad de Buenos Aires, así que estaban aseguradas en todas las listas mas exclusivas.


Pau prefería quedarse en casa leyendo, o escuchando música mientras editaba fotos, pero también estaba de acuerdo con Flor. Necesitaba un cambio.


Por algo, había llegado a la capital 2 meses antes de empezar las clases.


Parte de ese cambio, iba a ser su agenda social.


Se levantó y prendió el equipo de música para empezar el día.


Mientras sonaba, iba bailando por el departamento, sacando la ropa sucia, limpiando su cuarto, lavando los platos, barriendo, poniendo la pava para su té.


Mientras desayunaba siempre consultaba las redes sociales en su notebook.


Es lo que la mantenía en contacto con su hermano, así que siempre estaba pendiente.


Se le ocurrió también consultar los precios de las lentes para su cámara y estaban carísimos.


Pensó, que si les pedía a sus padres, estos no dudarían y le pasarían el dinero que le hiciera falta, pero no podía seguir haciendo eso.


Tenía que buscarse un trabajo. Que de paso le sirviera para mantener la mente ocupada en otras cosas que no fuera…


Ya pensaría en eso más adelante.


Y entre una cosa y otra, inevitablemente ahí estaba. 


Chequeando el perfil de David.


Se lo veía sonriente con un vaso en la mano y rodeado de personas en una fiesta. Contuvo la respiración, viendo cuantas chicas le habían puesto me gusta. No entendía porque se hacía esto. Todos los días.


Tuvo que cerrar la tapa de un golpe para no escribirle. Pensó que le hubiera puesto en el mensaje….Hola David, estuve pensando en vos, te ví en esas fotos, se ve que estas muy bien…yo estoy en Buenos Aires, …..no no no.


Parte de irse antes, era para escapar de esas conductas. 


Además nadie de su círculo tenía que saber que ya se había ido. Necesitaba distancia.


Pero un mensajito corto, preguntándole como estaba…


Y en ese momento sonó el timbre.











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